jueves, 23 de junio de 2011

¿EDUCACIÓN AMBIENTAL?

EDUCACIÓN AMBIENTAL EN ARGENTINA

 

      La educación ambiental en la Argentina está muy relegada, pese a los  esfuerzos y los planes oficiales que se  están tratando de implementar, tanto en el  Ministerio de Educación de la Nación como en los organismos  equivalentes de  las provincias, debido a: La falta de conexión entre las medidas individuales que  se  implementan y la problemática social, el carácter temporal de las acciones propuestas (no conducen a la formación de hábitos), no se permite desarrollar la creatividad de los sujetos, ya que no hay continuidad entre el contenido que se transmite y las concepciones y representaciones de los sujetos y para finalizar, la falta de la información sobre los problemas locales en conjunción con la problemática nacional. La asistencia oficial es escasa o prácticamente nula. Esto se debe, principalmente, a la precaria importancia que frecuentemente se da a la educación, tanto desde el estado como otros sectores de la sociedad, como efecto de un presupuesto bajo y la ausencia de un debate acerca de la calidad y beneficios de la educación impartida.

 La Educación Ambiental y la formación docente:

      La educación ambiental no es la conservación, la gestión de los recursos o el  estudio de la naturaleza (aunque estos aspectos forman parte de un programa de educación ambiental); más bien debe ser considerada como un nuevo enfoque  para valorar las relaciones del hombre con su medio ambiente. Los educadores  siguen demasiado anclados en hacer una pedagogía basada exclusivamente en la naturaleza, sin considerar los componentes sociales de la problemática ambiental.
      Cualquier programa de educación ambiental debe tener como objetivo trabajar con la sociedad para que considere las condiciones del medio ambiente
 como la resultante de alternativas sociales, políticas, económicas y tecnológicas.
      Existen muy pocos programas dirigidos a capacitar a la gente para traducir las buenas intenciones en acciones eficaces, y hoy el desarrollo sustentable sigue siendo más un lema de los científicos para conseguir fondos para sus proyectos que un verdadero plan de acción.
      En cuanto a lo pedagógico, la educación ambiental no se encuadra dentro de las disciplinas con una metodología formal, a pesar de haberse desarrollado con una  importante base teórica desde la Conferencia de Tbilissi en 1977, sino que sigue  respondiendo, en la práctica, a las necesidades de distintos grupos que la profesan  (extensionistas rurales, gestores en la preservación de los recursos naturales –como el  caso de los guardaparques– y, en última instancia, los docentes, quienes hasta el  momento no han abrazado la disciplina bajo una metodología pedagógica diferente, como lo requiere).
      Generalizando, los educadores ambientales en la Argentina han realizado una acción asistencialista que se caracteriza por contar con poca formación teórica, mucha práctica y escasa evaluación de las actividades. En cuanto a los contenidos, resulta imperioso evitar los conocimientos que llevan a desarrollar una pedagogía netamente informativa, que resulta en la tendencia de la educación escolarizada en el país. Desde luego, la educación debe informar, pero la información pura no es base de una formación suficiente. Si bien la información juega un papel importante, para sensibilizar al público no es suficiente enseñar la manera de resolver los problemas.
     Lo interesante es poder cambiar el paradigma y que el individuo educado ambientalmente pueda plantear cuestiones tales como:
¿Quién ha tomado esta decisión? ¿En función de qué criterio? ¿Se han valorado las consecuencias a largo plazo? Todo esto implica un trabajo a largo plazo, que incluso supera los tiempos políticos de un gobierno o del período de educación formal de una generación.
      Se supone que hoy contamos con un mayor nivel de conciencia ambiental. Los grandes medios de comunicación han jugado un papel importante en la sensibilización del público hacia estos problemas. Sin embargo, este tipo de información es limitada porque hace hincapié en lo superficial y anecdótico. Además, por lo general el “formato TV” no informa realmente más que a los individuos ya informados. Una educación ambiental planificada a largo plazo inserta en los programas curriculares de estudio como una estrategia de Estado, que supere los intereses políticos o de cualquier sector, es pues indispensable. Debe no solamente sensibilizar, sino también modificar las actitudes y hacer adquirir nuevos hábitos y conocimientos. Tal concepción tiene evidentemente incidencias importantes en la educación en general.
      La escuela debe empezar a convertirse en propulsora de cambios. Hay que comprender que el objetivo final es lograr que la educación ambiental interdisciplinaria no se entienda como una disciplina, ni una materia nueva, sino como una modalidad pedagógica que pretende alcanzar la eficacia de la enseñanza.

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